Comida de fiesta.

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Papas arrugadas para días de fiesta.

Hace años escribía:

«Después de desear y esperar mucho, a uno se le queda el cuerpo con resaca.
Ocurre después de Reyes o cuando preparamos con mucho nervio y mimo una fiesta grande… o después de carnaval.

Y así sigue siendo hoy: Esperados, deseados, organizados y disfrutados, los carnavales dejan cierto pozo de desazón y extrañeza.
Los apretados abrazos a los amigos que regresaron para los Indianos, los ratos con los niños de la familia que ya van construyendo sus propios recuerdos, esos instantes frente al espejo probando los viejos disfraces, riéndonos al no entrar en los trajes de hace quince años, o alisando las arrugas de las faldas de raso y las plumas.
Recuerdo con nostalgia cuando, no hace tanto, después de ver a la Negra Tomasa en la Plaza de España, el lunes de carnaval, empezábamos a buscar acomodo para comer. Reunidos en casas amigas que abrían las puertas y ofrecían pabellón criollo, arroz a la cubana, congrí  y sopas de miel, o en restaurantes de las afueras reservados semanas antes. Entonces las carreteras, por la tarde, eran una romería LENTA de coches y guaguas llenos de grupos ataviados. Desde cualquier lado, andando por los arcenes o desde azoteas y balcones: te saludaban. Todo era más pausado. La vida, en general, lo era.
Hoy los aviones llegan llenos y los barcos, desde días atrás también. La ciudad recibe y la verdad es que da poco salvo el entorno, la diversión y la hospitalidad. Es cada familia, cada persona, la que lo escenifica. No hay espectadores, no hay aceras, todo es fluir o estancarse (ya que tal desborde pone difícil el paseo desde el Muelle a la Alameda).
Y después de todo eso, uno se queda como… vacío.
Se mezclan los recuerdos de otros años, con los de éste, incluso con la idea de no haber aprovechado bien cada día, y cada noche. El domingo, mientras comíamos las papas arrugadas y este conejo que probablemente no volveré a cocinar hasta alguna fiesta de guardar, rememorábamos las miradas que quedaron pendientes de un acercamiento, las palabras que no se dijeron, los saludos que quedaron en el aire entre aquella mascarita y tú, la pieza de música que no bailamos…
Quedan varios entierros de sardina que quizá el frío, que llegó de repente, no arruine; pero las pelucas, los vestidos con encajes, los sombreros, las flores, la maleta de cartón y el traje de lino ya esperan limpios hasta el próximo año en que volvamos a desembarcar en el Muelle de Santa Cruz de la Palma y pintemos de talco y fantasía esta ciudad.

Y mientras, …ocurrirán otras cosas.

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Conejo en salsa con almendras y templumes isleños.

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El verano por las mañanas.

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El verano ya huele.
A pimienta verde, a queso viejo, a orégano, gofio y papas guisadas.
«¡Date prisa, enciende el fogón, que luego hay que cerrar las ventanas!»
Runrunean las moscas, y el ansia revolotea como todos los pájaros, al amanecer.
Los pies sucios de tierra, los dedos y los labios mojados del sereno, la leche que casi sube y se derrama en el fogón, el agua que chapotea en el tronco de cada una de las ramas de la selva.
Todo es de color intenso: el fucsia de los don diego, que se cierran a estas horas; el de los mimos y las amapolas que, justo al amanecer pierden su capuchón verde tierno y airean sus enaguas rojas. Todo, menos el blanco algodonoso de las sábanas, y el polvo que cabalga sobre ese rayo de luz dorada, por entrelosresquicios de las contraventanas de la habitación.
Luis Morera canta en un tono que me resulta cercano y familiar. Y yo, poco a poco, despierto de la hipnosis de este sueño. «Apaga el móvil media horita más, que ya luego trabajaré más duro pero… ahora es verano, y este tiempo no ha de volver jamás», me digo.

Arte de Vivir. Luis Morera

DSCF6195Y llega el sonido de esta mañana de verano que se despierta mezclado con el embriagante olor de esta receta de siempre. De esas que añoras desde que llegan los calores. De esas que te piden desde que apetece una cerveza… en cuanto  suenan los voladores de las primeras romerías y fiestas. De las que se te antojan, cuando recuperas el gusto del paladar, y ese otro gusto, el de por la vida… que por muy dormido que esté, no remolonea más allá de San Luis, a mucho tardar San Juan, o definitivamente por San Pedro da un taconazo en el suelo, estrena braga y se pone en marcha, otra vez, como cada año, como siempre mientras uno esté.

Que sea especial, para todos.

Abril, y Felices Pascuas

Llega en 1 y en lunes.

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No podía presentarse con mejor augurio.
Allí se va marzo. Guardo la carpeta con las 388 imágenes (cocina aparte) que cuentan de borrascas, alegrías, nervios, emociones y amor durante 31 días.
Y abro una nueva que rotularé con trazos cuidadosamente arábigos. Como única forma de comunicación con el dios a quien va dirigida.
Y ella vendra, …sensual y soleada.
Llegará para quedarse, con sus brazos de sol.

La ALEGRÍA… Esa de las pequeñas cosas, la que se pretende, la que se lucha, la que se compromete, la que se aprende y se busca.

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Este domingo de pascua ha sido muy diferente a todos los que recuerdo.   Fui educada y crecí en un ambiente cristiano pero, realmente, creo que muchos de los conceptos no los aprendí bien. Es ahora, tantos años después, cuando empiezo a vislumbrar el fondo de los símbolos y de los preceptos. No es que mi cabeza pueda olvidar sus razones, pero me llegan, diáfanos, los conceptos que antes no pude entender y que, de alguna manera, anidaron en mí sin palabras, calando con sus pequeños gestos.

Ayer, el primer domingo después de la luna llena tras el equinoccio, recordé que, de niña, después de días de silencio, de respeto extremo, de gravedad en el ambiente, de ayunos y dietas, de la solemnidad de los duelos… Después de la noche y del frío del invierno… Después… Ellas solían aparecer de nuevo por casa.
Estaban alegres, y a veces traían rebanadas.

Rebanadas

Entonces yo no entendía, como hoy, que la luz, la esperanza, el cambio, la libertad, la oportunidad, lo que comienza… tiene tanto poder de alegrar los corazones. Y me sentí profundamente conmovida al darme cuenta. Agradecida a lo que estos últimos años me ha espoleado la curiosidad y abierto las miras (pobres y limitadas, se reiría alguien). Agradecida por la alegría, por la oportunidad, por las ganas de que nadie maltrate mi recién nacida confianza.

«Rebanadas» se llamaron siempre en mi casa. Ni torrijas ni sopas ni tortas: Rebanadas.

No eran postre de Semana Santa. En realidad, salvo el guiso de pescado salado del viernes, la cocina de estos días la recuerdo especialmente simple. Sin mayores excesos ni algarabías. Espartana, que no era tiempo de jugar con cuchillos esos días. Pero eran, fueron, son, bocados de aprovechamiento. Fáciles de comer, humildes, mamá las hacía muchas veces que sobraba pan, para que papá llevara a trabajar.

Bocado Rebanada

«Rebanadas» traían a veces mis tías la mañana de pascua de resurrección. Rebanadas son las que ayer hice al levantar. Domingo soleado y calmo, que empezó llenando los huecos con los recuerdos recuperados.

Rebanadas le ofrecí simbólicamente para desayunar. Con gruesitas rodajas de pan de Puntallana  comprado el jueves santo. Auténtico, hecho en horno de leña. Mojadas en leche levemente azucarada, huevo, matalahúga, canela, naranja, limón y un chorretón generoso de anís (porque no tenía Marie Brizard (ya lo tengo anotado en la lista de la compra de esta semana). Parsimoniosamente embebidas, y fritas en oliva. Cuando el pan es así de bueno, se forma una costra crujiente y toda la casa huele. A mí me gusta colar la leche que sobra, y con eso acompañarlo para desayunar. Con cuchillo, tenedor y cucharita… corto, pincho, mojo, bebo… y en ese ritual voy dejando los «¡ayes!»… Me voy despertando.

Y a todos: ¡Felices Pascuas!

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Cuando me asalta el recuerdo de tí

Para ella

«Cuando me asalta el recuerdo de ti»

Lo de tener un chivato en el blog que me indica desde dónde viene la gente a visitar, o qué palabras han desenredado la madeja para llegar hasta mí, es algo que no deja de sorprenderme.

¿Qué buscaría, exactamente, la persona que tecleó «Cuando me asalta el recuerdo de tí»? Y, además, ¿qué milagroso engranaje relaciona esa frase conmigo?, ¿Quién es la persona que recuerda? ¿Quién la recordada? ¿Qué habré escrito yo en su momento para que, en el juego no de azar, una frase tan bella haya sido el santo y seña para llegar hasta este lugar?

No me cuesta reconocer que los recuerdos forman una parte importante de mi vida. Que me niego a romper con ellos. Que me cuesta cerrar círculos, y que jamás lo hacen del todo. Como decía un amigo mío muchísimos años atrás: «tu corazón es un brasero, donde todos somos llamas vivas o rescoldos, que un simple aire puede hacer revivir». Mi único trabajo es acelerar el proceso de selección y obligarme a superar lo que produjo dolor.

Esta mañana, decido publicar una de esas recetas de toda la vida, de nuestra vida, la isleña, la familiar, la que trae aparejado rememorar a las personas que un día las hicieron para nosotros, y de las que aprendimos. Hoy, que te asaltarán los recuerdos, yo me despierto y te dejo una caricia,  un beso, y una receta que hace un tiempo hice pensando en tí y en ella.  

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PAPAS VIUDAS (AMARILLAS O PEREJILADAS en mi casa)

Son simples papas guisadas, según el tamaño: enteras o partidas a la mitad (según la familia o la zona, pueden ser también en rodajas o en cuadraditos y sofritas), a las que se les da un último hervor, una vez escurridas del agua del guisado, con una «fritura» básica de cebolla, tomate, ajo y pimiento, que se adereza al gusto con pimentón, pizca de comino, incluso puede añadírsele un chorizo palmero o canarión (de untar, tipo sobrasada) o una lasca de pimienta seca palmera, que se completa con un vasito de vino. Finalmente se le añade perejil picado (yo este día no tenía) y 1 huevo duro por persona. Para acompañar, nada… o un trozo de queso blanco y muy fresco. Como notarán, el color es muy encendido, en las casas canarias un básico es el «condimento», simple colorante alimentario, ese que debe dejar las tripas teñidas, pero al que a muchos les cuesta renunciar. Yo lo tengo para cuando me aprieta la nostalgia, y esta receta  y el homenaje merecían hacerlo tal cual (vaaaale, que no se parece nada al de tu casa!!!, que ya lo sé. Pero.. recuerda.. LAS COMPARACIONES SON ODIOSAS!! ;P)

30 de Mayo

Compartiendo la suerte de ser isleño. Sin patriotismos, ni chovinismos, simplemente porque, casi siempre, es una fortuna.

Para todos, toditos, pero especialmente hoy para Tanci, para JoseMaría, para Virgi y para Supergofio 🙂

 

Anoche estuve aquí… celebrando con Non Trubada y con Taburiente… así estoy yo hoy de ¡florida! 😉

Mis candelas

Hoy me suena la vena… profunda, intensa, isleña… abierta al mar y cerrada en sí misma.

Para tod@s mis niñ@s candelas que fueron y serán.

 

Quesadilla a la luz de una candela:

1kg de queso herreño (en mi caso, queso palmero de cabra, sin ahumar)

400grs. (o algo menos) de azúcar

3 huevos

200 grs. de harina (yo, para no variar, algo menos)

anís, limón rallado y una cucharita de royal.

Amasar el queso «des morronado» (yo lo hice en un robot rallador-picador, como estaba medio tierno, quedó amalgamado) con el resto de ingredientes. Ser generosos con las semillas de matalauga, incluso con un chorrito si se tiene a bien. Cubrir un molde bajo con papel de horno, y llevar hasta dorar, comprobando que dentro esté correcto.

Sin mucha seguridad, y basándome en otras tartas de queso, ya que la receta es familiar y poco detallada:  Hornear alrededor de 1 hora a 200 grados, que luego bajaremos a 175 para no arrebatar el exterior.

No es una explicación muy científica, pero merece la pena intentarlo… lo que sea, será deliciossssso

Como se ve, a las fotos les falta un rayito de sol… Pónselo tú con tu imaginación…

Quesadilla (Postre típido de la isla de El Hierro)
Borrador de fotografías, a retirar cuando repita la receta  para hacerle justicia.

¡Feliz Primavera!

Llevo horas «saltimbanqueando» por ahí. Y cuando decido que ya es hora de regresar a casa, abrir puertas y ventanas para recibir como se merece el cambio de estación… son las 9:00… hora de ponerse en marcha, «calzarse» las bragas y las botas (que he descubierto que su «tac,tac!!» me estimula mucho) y salir a desayunar a la Calle Real.

No quiero perderme un momento, pero tampoco que se me pase el impulso. Así que subiré algo para ir haciendo boca… Yo no sé ustedes, pero yo tengo unas ganas locas de mojarme los pies, que salga el sol más allá de esta calima y que el cielo se vea del color azul que brilla más arriba de la arena. Así que traigo un poco de todo eso.

Quizá más tarde… tras el paseo-pateo-mercadeo (mañana es fiesta y quiero llevar algo especial a la celebración), vuelva un ratito a subir alguna receta que tengo pendiente por ahí.

Pues dicho queda: ¡FELIZ  ESTACIÓN!

 

A ver, a ver… todos mirando a la cámara y diciendo pa-ta-ta

Queso palmero asado con mojo de cilantro, del Restaurante «La Hierbita», S/C de Tenerife.

 

Ahora disfruten del domingo. Yo voy a estrenarme con una crema de berenjenas ahumadas, al estilo libanés (jajajajja, pero más quemadas), verde con salsa de yogurt y croquetas de garbanzos (¡¡Hay cosas que no cambian!!) en una fiesta junto al mar.

«En este primer amanecer de primavera incluso mi sombra está repleta de vigor.»
Kobayashi Issa

 

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De caminos y puertas abiertas a la Navidad

Hace una preciosa mañana de domingo. Miro por la terraza y soy tremendamente feliz.

Lo que pueda apretar, ahí sigue. Lo que no gusta, seguirá y seguirá. Lo que he de mejorar, lo que no debo olvidar, lo que me preocupa, lo que tengo que limar… tantas y tantas cosas que hoy no tienen ninguna importancia. Esta mañana sólo un camino, una puerta abierta, la cocina manga por hombro y esta calidez… para tí, Rebeca, Ana, Toñi, María, Calohe, Juan, Elo, Oscar, Ka, Tanci, Alicia, Ana, Humita, Paula, Antínez, Mai, Kako, MªLuisa, MªJose, Marta, Alina, Nina, Carmen y también para tí:  un abrazo que respira ya Navidad… y un rosco de los de siempre, de los de cocinar con el vecindario y la familia, de los que sueño y soñaré hacer contigo.

Para beber: leche con chocolate y café justo de dulzor, té o mistela de naranja, a elegir.

♣ ♣ ♣ ♣ ♣

Llegó, por fin!!! (tortas de calabaza)

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Llegó, por fin, está aquí EL OTOÑO!!!!

La tarde noche de ayer llovió, de mar a montaña se tendió el gris, grumoso y volumétrico hasta que descargó. En las luces de los faros lo vi. Más allá, nada!!

Y al volver  a casa, cómo se agradece un colacao con tortas de calabaza ;-).

Muchas sensaciones podría describir, notas sobre esta receta y sobre otras ofrecidas. Pero voy mal de tiempo, tengo que coger un avión. Así que, a la vuelta será…

Buen día. Y no olvidemos mojarnos si, con suerte, vuelve a llover.

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Tortas de calabaza

Calabaza guisada con pizca mínima de sal y rama de canela (en este caso cocinada al micro) chafada en un cuenco, a la que se le añade  leche (yo de coco), 1 huevo batido, pizca de jengibre y un poco de azúcar. Luego hacer una masa como para buñuelos, removiendo con harina y levadura.

Dejar reposar media horita y freír a cucharadas, apartándolas sobre papel absorvente.

Como se puede ver, yo las preferí chiquititas, así me engaño y pienso que no cometo pecado grave. 😉 Pero quiá… la verdad es que empapa bastante el aceite, y la opción de ponerle leche de coco  en lugar de leche normal creo que aún lo agravó más. Peroooo, el resultado es una tortita de un sabor muy «redondeado» , equilibrado y suave, y una textura jugosa y efímera.

Aquí en la isla -ahora sé que en tu casa también-  llamamos torta a estas masas fritas con huevo, leche y harina simplemente especiadas con limón y canela, o a las que se le suma calabaza o restos de arroz. En ocasiones las he servido, en lugar de con azúcar por arriba, con mojo de queso. Transformando un dulce en un picoteo, poco convencional según quién lo mire, ¡vale!, pero rico.

Poema Canción De Otoño de Paul Verlaine

Los sollozos más hondos
del violín del otoño
son igual
que una herida en el alma
de congojas extrañas
sin final.

Tembloroso recuerdo
esta huida del tiempo
que se fue.
Evocando el pasado
y los días lejanos
lloraré.

Este viento se lleva
el ayer de tiniebla
que pasó,
una mala borrasca
que levanta hojarasca
como yo.

Versión de Carlos Fujol

No llego a  ponerle música… si a alguien se le ocurre sugerir por esta vez, estaré encantada de recibir el regalo.