
Amanece domingo. Suave y fresco domingo.
A. , por fin aceptó que aún no es hora de paseos.
Yo pude echar un vistazo a algún periódico y robar esta foto. ¡Qué bonita es!
Y no estoy en París pero… es hora de bajar a la terraza de la cafetería. Pedir uno, suave, con leche bien cremosa y justo de azúcar, y pelearme por tomarlo con calma mientras el de noble estirpe que actúa como un lobo, se empeña en «besarme» los dedos de los pies. ¡Y así queda inaugurada la temporada de verano de mi año 9!
Muchos besos, sí. Pero tan pocas palabras…
A ver si te vas animando. Cómo el verano, para que llegue de una vez. Narices. Ah, no, ¡¡¡que hoy va de labios!!!
Pues, eso, un beso.
Ay, Poli, qué yo también estoy como loca… qué llegue de una vez, ¡qué llegue!
Ayer tarde, limpiando el charco de las ranas para los niños, me quejaba con mi hermana: tenía frío y pocas ganas y no acababa de llegar el calor.
Ella me decía que no era cosa del verano, ni de una pérdida reciente de la que hablábamos .. .que era yo.
Así que hoy me levanté haciendo propósito de enmienda. Rebuscaré en el armario las camisetas, las cholas, las toallas y las recetas. Y luego, cuando salga, me compraré un pintalabios y una manicura. Que por mi no quede. Si hay que conjurarlo, yo lo conjuro. ¡¡Faltaría más!!
Un beso, Poli … y un puñado de palabras, pensadas («másquesea»).
De acuerdo. Me doy por satisfecha. 🙂