Pensaba yo comenzar una entrada hablando de lo poca aventurera que está resultando la historia de este verano. Quejarme, quizá, que salvo el amor desbocado y desmedido de A., y alguna boda familiar, no se respira en el ambiente, pasión alguna.
Tan poco asirocado el aire, tan poco tórrido el verano, tan tibio-fresco, tan aséptico, tan con raras noticias …
Sin embargo… volví a escuchar esta canción (…), y A. me volvió a morder el dedo meñique y volví a revisar las poquísimas fotos de estos días y… ¡¡cómo puedo decir que la vida en sí no es apasionada y apasionante!! ¿Cómo?
La historia que se escribe este verano, definitivamente, no es de aventuras: No hay noches en vela al ritmo de corazones ilusionados y despiertos. Pero siguen batiendo las alas mariposas en la selva seca. El jazmín se desborda de flores azules. La enredadera blanca llega una cuarta más cerca del cielo. Los banderines ondean. Y hay fiestas casi cada día con comidas de familia numerosa, fáciles, a la plancha, verdes y afrutadas, dulces, simples, tibias o más frías, alegres, revueltas a veces, y casuales. Que la alegría se hace, o se intenta, ¡¡ y, se cocina!!
Como estas FRESAS ALIÑADAS, con su aceitito del bueno, su pizca de ajo majado, sal, pimienta, orégano y vinagre de manzana. Y después de unas horas en que el jugo de las fresas se mezcla con el adobo: acompañan unos tomates, queso y aceitunas… o unas hojas de lechuga… embutido si es la cena, o una tortilla si es el almuerzo. Con risas, gritos, ladridos, chapoteos, conversas filiales, uñas de los pies rojo brillante, ranas, recuerdos y la música de la verbena vecina, quién se atreve a pensar que este verano no es, también, ESPECIAL???
«Casi 21 de diciembre, y apenas me roza el otoño»….
Ese es el título y principio del último post que intenté allá por el 2013.
Y no es porque no haya cocinado este pasado año, en que volví a la cocina con ganas, apetito y pruebas (no tengo más que mirar mis cachetes en el espejo!!). Ni que viviera una temporada gris y convulsa (porque ya lo olvidé). Simplemente: … no tenía ganas de hablar.
Una mañana, diría que fue por el verano, me desperté con la mente y la lengua en huelga definitiva. Ya llevaba amagando desde meses atrás, ¡ya!
Recuerdo que aquel día no cogí el teléfono, desde entonces anda con contestador activado. Dí una última respuesta a una cuestión que tenía pendiente y… ¡ya! En el trabajo, me comunico por emails. En el wasap tengo bloqueados a casi todos mis contactos laborales, que solo activé para enviar una calurosa felicitación de Navidad. Me consta que se preguntan si estaré enferma. Si me ocurre algo. … ¡¿Cómo voy a explicarles que solo es que no me apetece hablar!?
Estaba cansada de tanta charlatanería. Horriblemente cansada de intentar lo lógico, de estar siempre, de sacarme de la chistera respuestas. Y, desde aquel despertar, me siento muuuucho mejor. Creo que decir NO cuando no se quiere, cuando no sale espontáneamente, y dejar de luchar con la razón para vencer al corazón me ha devuelto calidad de vida. La locuacidad, no, pero, mientras no tenga que vender algo, me va bien!! 😉
Han sido cuatro estaciones muy familiares. En prácticas de mi profesión futura: «hija, tía, hermana y madrinita». Con momentos de una ternura indescriptible, con ratos de cansancio físico, con vacaciones largas visitando lugares que NECESITABA conocer… llenándome profundamente de ellos. Descubriéndome a través de esos paisajes, portadora de mi sangre (isleña). Y a nivel más personal, haciendo acto de contricción, parando el análisis, reconociendo mis errores, aceptando mis fallos, perdonando los propios y los ajenos. Y aquí estoy!!!!
Hace poco me preguntaron qué extrañaba. Respondí «no lo pienso». De hecho esta Nochevieja no hice balance, ni antes ni después…, aunque sí me pesaba algo que necesitaba aclarar. Lo intenté pero solo logré repetirme. Temo que si vuelvo sobre ese punto oscuro, se removerán todas las palabras (y reproches) que decidí olvidar, no decir… y todas las disculpas debidas… y el pecho se estremecerá como magma ardiente (influenciada estoy por el volcán de el Hierro!!!).
-No sé… Quizá sólo echo de menos un poco de espontaneidad, de inocencia, de frescura, cortarme la cerneja muy muy chiquita ……. bailar…
Así fue. Así ocurrió. Ayer supe que de tanto extrañarlo, casi había olvidado esta magia loca. En uno de los días más fríos de los últimos tiempos, decidí desayunar despacito y sola al sol, corrí descalza y mal tapada por el patio, preparando y devorando (cámara a cuestas) «pan con» Paté de Calabaza que había perfeccionado el día anterior, tomate y muchas yerbas. Qué explosión sincera de júbilo.
Qué asombro.¡¡¡¡¡¡ Qué cosquillas !!!!! Los dedos me chorreaban, untuosos, olorosos
…. Olor a horno, a pan y a orégano. A aceite, a tomillo… Un toque denso y profundo de semillas… Una brisa de tomate que me evocó al verano… y el cálido de calabaza y pimienta.
Bueno, en mi línea (que hay cosas que no cambiarán jamás), la receta y el bocadillo son simplemente simples, como ven, pero si realmente quieren que la revolución se haga en ustedes: prueben, y apasiónense con todos los sentidos.
El paté con los ingredientes de arriba – ¡¡y sí, muuucho limón y pimienta y comino y ajo asado y tahine …o nos quedará remelosamente dulce!!- . El pan con buen aceite y orégano a la plancha, combinando tierno y crujiente; y, dentro, la olorosa crema reposada desde el día anterior, rodajas de tomate, tomillo tierno de la maceta del balcón sin balconada y más pimienta roja recién molida.
El cielo era azul y calimoso, y yo, con el mismo alboroto de los pájaros que no cesaban, casi como un milagro, sentí las ganas de contar desde las tripas hasta la lengua. Ganas intensas de hablar.
¿Ahora?, …¡¡¡todo será que no tengan que pedirme que me calle !!!!
El verano ya huele.
A pimienta verde, a queso viejo, a orégano, gofio y papas guisadas.
«¡Date prisa, enciende el fogón, que luego hay que cerrar las ventanas!»
Runrunean las moscas, y el ansia revolotea como todos los pájaros, al amanecer.
Los pies sucios de tierra, los dedos y los labios mojados del sereno, la leche que casi sube y se derrama en el fogón, el agua que chapotea en el tronco de cada una de las ramas de la selva.
Todo es de color intenso: el fucsia de los don diego, que se cierran a estas horas; el de los mimos y las amapolas que, justo al amanecer pierden su capuchón verde tierno y airean sus enaguas rojas. Todo, menos el blanco algodonoso de las sábanas, y el polvo que cabalga sobre ese rayo de luz dorada, por entrelosresquicios de las contraventanas de la habitación.
Luis Morera canta en un tono que me resulta cercano y familiar. Y yo, poco a poco, despierto de la hipnosis de este sueño. «Apaga el móvil media horita más, que ya luego trabajaré más duro pero… ahora es verano, y este tiempo no ha de volver jamás», me digo.
Y llega el sonido de esta mañana de verano que se despierta mezclado con el embriagante olor de esta receta de siempre. De esas que añoras desde que llegan los calores. De esas que te piden desde que apetece una cerveza… en cuanto suenan los voladores de las primeras romerías y fiestas. De las que se te antojan, cuando recuperas el gusto del paladar, y ese otro gusto, el de por la vida… que por muy dormido que esté, no remolonea más allá de San Luis, a mucho tardar San Juan, o definitivamente por San Pedro da un taconazo en el suelo, estrena braga y se pone en marcha, otra vez, como cada año, como siempre mientras uno esté.
Era primavera por entonces, y ahora ya estoy inmersa en un nuevo verano.
Como siempre, entre ayer y hoy, mil pequeñeces que me han ido llenando la bolsa de los tesoros, los que yo busco, los que encuentro, los que me dan.
Las semanas pasadas tenía muy claro que quería escribirles, explayarme en una larga carta abierta para ustedes, contarles cómo me ha tratado la vida este tiempo, interesarme por las pequeñas grandezas de las suyas, pero algo lo truncó.
Nada trascendente… algo que ya no tiene la más mínima importancia.
Luego, entre medias, he estado leyendo aquí y allá, saltando como antaño solía hacer. Y me he sentido fuera de lugar en este mundo de blogs (cocineros o no). No sé si es una impresión mía, o todo realmente ha cambiado tanto. ¿Desde cuándo surgió el blogeo como profesión?, ¿dónde se perdió lo espontáneo, lo personal, la diferencia?, ¿Porqué todo me resulta tan parecido, competitivo, desapasionado en lo fundamental?. Por momentos sentí que no quería pertenecer a ese mundo.
… Pero sólo hasta el momento en que tuve, de nuevo, la necesidad de decir. La necesidad de conjurar una estación que no acaba de imponerse a este lado de la isla. Si por dentro me siento estival, el tiempo no termina de acompañar…. pero yo hoy quiero que el calor de dentro salga fuera, quiero que brille su mirada, quiero escucharle y que la calima (que sí está) se apodere por fin de la piel y del alma. Por eso estoy de nuevo aquí, porque, por fin, sé cuál es el sentido de esta página: dar vida a la magia; reflejarla, potenciarla, encontrar la pócima perfecta que haga coincidir lo que llevo dentro con lo de afuera.
Hoy, esta tarde de sol poniente en la terraza de mi casa, con los últimos rayos ocultándose tras la Cumbre, sólo esta canción y la promesa de una noche casi estival importan. Bailemos pues, que en la mesa ya mismo se encenderán las velas, y al olor de la cera derretida,:una cena tan simple como esta sopa fría y, quizá, algo dulce y más o menos empalagoso… Bailemos, que hoy llevo el pelo recogido y la piel oliendo a gel de aloe… bailemos para que, luego, tras cenar, me acompañes en un paseo junto al mar, y me cuentes, y contarte… y, de nuevo, se haga la vida.
RECETA «SOPA FRÍA DE YOGURT Y FETA» (Inspirada en un trozo de queso que compré, en los yogures y fruta que llenan la nevera, inspirada en azules que imagino, en cosas que leí, en viajes que sueño, en mi gusto por probar, en mis ganas de gustar, porque, como casi siempre, es un intento de conquista)
– Yogurt Natural
– Queso feta
– Ajo
-Agua fría si se necesitara aclarar
– Aceite y vinagre, o jugo de limón
Batir todo junto y enfriar bien en la nevera. Servir con taquitos de melón bien maduro, o melón y sandía… espolvorear con pimienta de colores y orégano.
Impactante, sabroso, estimulante de los sentidos… para no dormirnos, para no callarnos, para sonreír y no parar de hablar. Para que la vida, siempre y una vez más, explosione.
Lo de tener un chivato en el blog que me indica desde dónde viene la gente a visitar, o qué palabras han desenredado la madeja para llegar hasta mí, es algo que no deja de sorprenderme.
¿Qué buscaría, exactamente, la persona que tecleó «Cuando me asalta el recuerdo de tí»? Y, además, ¿qué milagroso engranaje relaciona esa frase conmigo?, ¿Quién es la persona que recuerda? ¿Quién la recordada? ¿Qué habré escrito yo en su momento para que, en el juego no de azar, una frase tan bella haya sido el santo y seña para llegar hasta este lugar?
No me cuesta reconocer que los recuerdos forman una parte importante de mi vida. Que me niego a romper con ellos. Que me cuesta cerrar círculos, y que jamás lo hacen del todo. Como decía un amigo mío muchísimos años atrás: «tu corazón es un brasero, donde todos somos llamas vivas o rescoldos, que un simple aire puede hacer revivir». Mi único trabajo es acelerar el proceso de selección y obligarme a superar lo que produjo dolor.
Esta mañana, decido publicar una de esas recetas de toda la vida, de nuestra vida, la isleña, la familiar, la que trae aparejado rememorar a las personas que un día las hicieron para nosotros, y de las que aprendimos. Hoy, que te asaltarán los recuerdos, yo me despierto y te dejo una caricia, un beso, y una receta que hace un tiempo hice pensando en tí y en ella.
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PAPAS VIUDAS (AMARILLAS O PEREJILADAS en mi casa)
Son simples papas guisadas, según el tamaño: enteras o partidas a la mitad (según la familia o la zona, pueden ser también en rodajas o en cuadraditos y sofritas), a las que se les da un último hervor, una vez escurridas del agua del guisado, con una «fritura» básica de cebolla, tomate, ajo y pimiento, que se adereza al gusto con pimentón, pizca de comino, incluso puede añadírsele un chorizo palmero o canarión (de untar, tipo sobrasada) o una lasca de pimienta seca palmera, que se completa con un vasito de vino. Finalmente se le añade perejil picado (yo este día no tenía) y 1 huevo duro por persona. Para acompañar, nada… o un trozo de queso blanco y muy fresco. Como notarán, el color es muy encendido, en las casas canarias un básico es el «condimento», simple colorante alimentario, ese que debe dejar las tripas teñidas, pero al que a muchos les cuesta renunciar. Yo lo tengo para cuando me aprieta la nostalgia, y esta receta y el homenaje merecían hacerlo tal cual (vaaaale, que no se parece nada al de tu casa!!!, que ya lo sé. Pero.. recuerda.. LAS COMPARACIONES SON ODIOSAS!! ;P)
(…) El día abre los ojos y penetra
en una primavera anticipada.
Todo lo que mis manos tocan, vuela.
Está lleno de pájaros el mundo
(Último párrafo de «Primavera a la vista») Octavio Paz
Tampoco lo que voy a subir hoy es algo fundamental, no servirá ni más ni menos que para dejar constancia en mi diario vital que se acerca la primavera del 2011, que cosquillea los pies, que viene muy diferente a la del 2010, 2009 y no digamos 2008. Yo no soy la misma, ni tú que lees tampoco. Por eso estreno sol, cazuelita y escenario primaveral… con las flores de calabaza y las plantas de capuchina… con cielo, manta y algo de leer te invito a un simple asadito de tomates, cebolla, zanahoria, champis, oliva, orégano, perejil, ajo, aceitunas negras, queso y pan. Yo pongo el vino, si vienes, trae algo para la hora del café.
Y quizá alarguemos la sobremesa charlando sobre este momento del año que hace marchar a distinto ritmo los corazones, el cuerpo y los deseos, podemos leer a Hölderlin «de lejanas alturas desciende el nuevo día/ despierta de entre las sombras la mañana/ a la humanidad sonríe, engalanada y alegre/ de gozo está la humanidad suavemente penetrada… Nueva vida desea al porvenir abrirse/ con flores, señal de alegres días/ cubrir parece la tierra y el gran valle/ alejando la Primavera todo signo doloroso«, y escucharlos sonidos de nuestro secreto jardín, mientras planeamos paseos para el buen tiempo, el calendario de la huerta, unas soñadas vacaciones o el momento de mojarnos los pies en el mar.
anoche
cayó una lluvia fina
sopló fuerte el viento
he tenido un sueño tan pesado
que aún no ha disipado mi ebriedad
pregunto a la doncella que levanta los estores
me contesta:
«¿los cerezos?
los cerezos están igual que siempre»
igual que siempre..
¿pero qué sabrá?
¿qué puede saber?
sus pétalos deben estar de un rojo imperceptible
y sus hojas
de un verde esplendoroso.
Li Qingzhao
Qué sabrá nadie del amanecer de este sábado, del de cada cual… del que viene fraguándose en la noche, de los giros que han impreso los sueños, de los viajes programados, del propio y desconocido destino. Quizá hoy no toque libanés, ni canario… ¿qué te parece si optamos por prepararnos un chino?
– Setas chinas secas de la tiendita de Santa Cruz
– Cebolla o cebolleta
– Pimiento verde
– 2 Ajos enteros + jengibre
– Salsa de ostras, caldo
– Maicena, azúcar moreno (opt. chorretón de salsa de soja)
Deberemos rehidratar las setas en agua caliente y con tiempo.
En el wok con un poco de oliva, haremos ajo machacado con jengibre, cebolla o cebolleta, el pimiento y las setas cortadas. Yo las puse en cuartos por el tamaño de las mías, pero me gustan casi más en tiras. Estando todo un punto menos que amoroso, añadiremos la piña natural en trozos, y mientra toma el calor, volcaremos el líquido: un cucharón de caldo + 3 cucharadas de salsa de ostras + chorretoncito de soja si te apetece, espolvoreo de maicena y azúcar moreno. Cocción rápida y fuerte, apenas un chup chup.
Ve tú haciendo el arroz mientras plancho mi blusa de seda.
… sin sal, con pimentón y escamas de ajo. Tamaño paja 😉
El otoño que quiero está formado de tremendos contrastes. Ayer, sin ir más lejos, llovía, y el cansancio no parecía querer darme una tregua. De vuelta a casa recorriendo el sur de la isla, me asaltó la melancolía al ritmo del Adagio de Samuel Barber, que sonaba en la radio.
Hace mucho tiempo que no te hablo. ¿Cuánto? ¿ Llevarás la cuenta de esas cosas ahí?
Esta tarde, de vuelta a casa en coche, la nubosidad variable y lánguida se desliza, gris, sobre los montes quemados de El Charco hasta Fuencaliente, esa zona que nunca llegaríamos a recorrer juntos.
En la radio anuncian a un americano. Adormecida como estoy sólo despierto del discurso cuando escucho su apellido, “Barber”. Y pienso que es justo lo que el mar inmenso y herido de plata necesita. Dudo si cambiarlo, o seguir inmersa en la modorra del Atlántico reciente, de la cerveza y los calamares, de las olas lamiéndome los pies aún tostados.
Pero… no.
El coche sigue en marcha, y yo viajo en un tren que nunca cogí en realidad. Los cristales de la ventanilla moteados de lluvia, y un paisaje que se desliza suavemente veloz más allá. Montesdeluna, Tigalate, los malpaíses de PuenteRoto, los gigantescos molinos en su grotesco vals, La Salemera… La Salemera, la Montaña del Posito, La Playa Grande, el Faro.
La melancolía asalta desde las brumas que le suben y bajan a la montaña, resbala gotas las espínulas de los pinos, grita desde los claroscuros silenciosos, desde la arena vacía y hasta desde el reflejo en la ventana de los vuelos de mis faldas tendidos al sol.
“Ha sido una semana infernal”, te diría. Y sé que me pasarías la mano larga y pálida por el pelo, que me sonreirías y me recordarías tantas cosas que a veces olvido…
Pero esta mañana amaneció sábado de braga nueva, sandalia y ganas… muchas ganas. Sin pedir permiso, como casi cada semana, la vida se impuso subiéndome por los pies. Antes de salir de casa con las faldas agitanadas y los dedos al aire, dos mensajes… En la ciudad, 30 grados y un mar calmo y brillante.
Después de un desayuno festivo, de mirar a los celajes, de llenarme de luz y más…
Vuelta al verde más verde de mi selva, a mi cocina, al wok y a las cuatro cosas que quedaban en la nevera antes de llenarla con más.
Sigue el otoño avanzando y yo no puedo sino declarar que me gusta, que lo quiero, que me llena de paz y vitalidad. También me gustan los huevos rotos pero… ése, supongo, es otro cantar… ¿o no?
Penetré en el árbol, en su tacto rugoso, la delicada arquitectura de sus ramas y me extendí en los pasadizos vegetales de esta nueva piel desperezándome después de tanto tiempo, soltando mi cabellera, asomándome al cielo azul de nubes blancas para oír los pájaros que cantan como antes.
Canté también con mis nuevas bocas y hubo azahares sobre mi tronco y en todas mis ramas olor de naranjas. Me pregunto si habré llegado por fin a las tierras tropicales, al jardín de la abundancia y el descanso, a la alegría tranquila e interminable reservada a los que mueren… Quizá sea mi sino pasar aquí la eternidad.
Aunque es tiempor de frutos, no de floraciones, el árbol ha tomado mi propio calendario, el ciclo de otros atardeceres: vuelve a nacer habitado por sangre de mujer.
La mujer habitada. Gioconda Belli
Sin darme cuenta, ya casi pasó el mes. Está siendo ésta una estación arrebujada de sentires, de idas y vueltas, de comienzos, finales, intermedios, conocimientos, cimientos, certezas, dudas, planes y desplanes, uno detrás de otros.
A final del mes de julio compré ese libro de Gioconda Belli en un viajito que hice aquí cerca, aún no terminé de leerlo :(, pero, ya sólo por ese pasaje, mereció la pena haberlo encontrado. Igual que la canción que he escogido hoy para despedir agosto y para desear a todos un estupendo septiembre por si no nos vemos antes. Forman parte de los descubrimientos de esta temporada, y que me han acompañado mucho más que el simple momento de leer o escuchar. Sin saber que daría para tanto, comencé un álbum de fotos con el título de «Blanco agosto», mi intención era guardar ahí todas las imágenes donde la ternura, la calma, lo positivo, el vacío amable, la alegría dulce y la pasión hubieran estado presentes o fueran fuente de inspiración durante estas semanas. Es curioso, pienso que la blancura llamó a más blancura… porque, a pesar de tropiezos y tropezones, ha seguido prevaleciendo ese color.
No he cocinado. Desganada, con una patita a la funerala, con calor a ratos, trabajando y sin antojos, lo tengo difícil. Pero hoy tenía algo que hacer, quería hacer algo… Y preparé este batido que ya todos conocerán, por poner una excusa, por no dejar pasar el mes, por cuidar de mi casita, porque la quiero tener oreada para cuando decida volver…
Jugo de Naranja y limón + azúcar al gusto + leche evaporada + misma medida de leche natural.
Se bate todo y se pone a enfriar. Mejor dejarlo reposar unas buenas horas, el sabor cambia y es muy especial. Con hielo lo puse por capricho, y también está bien. En copa da el pego, más o menos ácido como se prefiera y, de cualquier manera, saciante sin caer jamás en el exceso. Como postre, como merienda, capricho, cena… como un ofrecimiento o un regalo blanco.