El otoño que quiero II

… sin sal, con pimentón y escamas de ajo. Tamaño paja 😉

El otoño que quiero está formado de tremendos contrastes. Ayer, sin ir más lejos, llovía, y el cansancio no parecía querer darme una tregua. De vuelta a casa recorriendo el sur de la isla, me asaltó la melancolía  al ritmo del Adagio de Samuel Barber, que sonaba en la radio.

   ADAGIO PLAY

 

«In memoriam» 

Hace mucho tiempo que no te hablo. ¿Cuánto? ¿ Llevarás la cuenta de esas cosas ahí?

Esta tarde, de vuelta a casa en coche, la nubosidad variable y lánguida se desliza, gris, sobre los montes quemados de El Charco hasta Fuencaliente, esa zona que nunca llegaríamos a recorrer juntos.

En la radio anuncian a un americano. Adormecida como estoy sólo despierto del discurso cuando escucho su apellido, “Barber”. Y pienso que es justo lo que el mar inmenso y herido de plata necesita. Dudo si cambiarlo, o seguir inmersa en la modorra del Atlántico reciente, de la cerveza y los calamares, de las olas lamiéndome los pies aún tostados.

Pero… no.

El coche sigue en marcha, y yo viajo en un tren que nunca cogí en realidad. Los cristales de la ventanilla moteados de lluvia, y un paisaje que se desliza suavemente veloz más allá. Montesdeluna, Tigalate, los malpaíses de PuenteRoto, los gigantescos molinos en su grotesco vals, La Salemera… La Salemera, la Montaña del Posito, La Playa Grande, el Faro.

La melancolía asalta desde las brumas que le suben y bajan a la montaña, resbala gotas las espínulas de los pinos, grita desde los claroscuros silenciosos, desde la arena vacía y hasta desde el reflejo en la ventana de los vuelos de mis faldas tendidos al sol.

“Ha sido una semana infernal”, te diría. Y sé que me pasarías la mano larga y pálida por el pelo, que me sonreirías y me recordarías tantas cosas que a veces olvido…

Pero esta mañana amaneció sábado de braga nueva, sandalia y ganas… muchas ganas. Sin pedir permiso, como casi cada semana, la vida se impuso  subiéndome por los pies.  Antes de salir de casa con las faldas agitanadas y los dedos al aire, dos mensajes… En la ciudad, 30 grados y un mar calmo y brillante.

 

Después de un desayuno festivo, de mirar a los celajes, de llenarme de luz y más…

Vuelta al verde más verde de mi selva, a mi cocina, al wok  y a las cuatro cosas que quedaban en la nevera antes de llenarla con más.

 

Sigue el otoño avanzando y yo no puedo sino declarar que me gusta, que lo quiero, que me llena de paz y vitalidad. También me gustan los huevos rotos pero… ése, supongo, es otro cantar… ¿o no?

 

 

 

 

♥♥

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El otoño que quiero

Se anunció con las flores de la yuca.

Amaneció dorado sobre los tejados.

Desató pasiones en el cielo

 Llenó de vida la selva

Y aún con el sabor del verano en los labios…

El otoño comenzó

Puré de verduras y hortalizas fin de verano muy caliente, con tortilla de cebollas y queso amarillo… o de lo que había cuando aún no me había quitado la arena entre los dedos de los pies.

¡¡FELIZ OCTUBRE y FELIZ ESTACIÓN!! (cambio el play por otro play. no conocía la canción y, de repente, no paro de canturrearla, así que:

¡¡¡Hoy será mi primer día… y mañana.. y el resto de mi vida!!!

Y el tuyo también, ¡espero!)

play

 

 

 

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Una oracion

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bamboo
  
  
  
  
  
Cada acto puede ser una oracion, un agradecimiento a la vida.
Siendo asi, cada comida y cada melodia pueden serlo.

  

  
  
  
harmonyTORTILLA ARMONIA
Hacer poco y rapido  «el verde» que prefiramos : pimientos rojo y verde, cebolla o cebolleta, puerro, setas.
Añadir huevo batido con sal y pimienta blanca.
Cocinar entre tortilla y revuelto, como se prefiera y sin dejar seca.
Apartar a un plato caliente mientras se añade al wok chorrito de salsa de soja clara, salsa de ostras (ojo que es fuerte), vino blanco, vinagre de arroz, pizca de azucar negra, jengibre y agua. Hervir un momento y espesar con un poquito de maicena. Cubrir la tortilla y a orar.
 
 
 
 
 
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Mi corazón se abre (Revuelto Calabacín)

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“…qué estupidez,
apenas me rozan,
mi corazón se abre…”

Maram Al-Masri

Y no es una queja, es un alivio. Si estoy al sol, si estoy al aire, si estoy junto al mar, o mirando desde arriba la vida, si paseo por la calle o por la red, si yo quiero, si yo no me impongo la cerrazón ni me dejo cegar por la tristeza, mil «apenas» me rozan y me abren a la luz.

Hace unos días, puse en el buscador de wordpress una palabra, mi viejo juego abandonado tiempo ha. Una llave al azar, a puertas escondidas donde no sabe uno y leí:

«Heme aquí… con un nuevo blog donde fugar todas las letras que ante ti se autocensuran, palabras mutiladas que no existen sin la mirada ajena. Escribo este diario para no saturar tu bandeja de entrada, para no llenarte de frases vacías, carentes de sentido, que sólo intentan describir la forma en que lates bajo mi piel, bajo estas entrañas que ante tu abrumador silencio quisieran estallar en miles de partículas suspendidas en el aire, para no extrañarte como si muriera lentamente…»

Y seguí leyendo, sin respirar apenas, derramándome a mares, recibiendo sus palabras certeras, estremeciéndome hasta las entrañas, reconociéndome, reviviéndome, desnuda como ella.

Fueron 24 horas impactantes, con tantas casualidades encadenadas que no podía ser sino que el escribiente de mi destino llegaba tarde a alguna cita y apuró ese día su labor, llenándome la vida de tanto… en una única mañana y tarde, dar y quitar… Reencuentros, despedidas, descubrimientos, profundidades, certezas (este día: ninguna duda, para variar). Inmediatamente le escribí.

Sé que a veces callando las palabras, se hacen los milagros. Pero necesitaba hablar o salir corriendo a mojarme, y me ataba el trabajo y el teléfono. Así que le hablé y me habló…

Ese día hubo un apagón, invité a alguien a comer pero no aceptó y yo perdí un tanto el apetito… así que de la salsa de tomate que acababa de hacer pensando en una pasta, y una ensalada, y un buen vino, y un postre.. quedó en este revuelto o zarangollo atomatado que terminé tomando para merendar.

La historia es larga, profunda, merece mucho más… pero perdonadme, es sábado sagrado y toca sacar los pies a pasear. Nos seguiremos encontrando entre silencios y las palabras que huyan de los mismos. (… y la receta, más tarde)

Casi casi llega para Navidad, pero al fin aquí está:

REVUELTO DE CALABACINES O ZARANGOLLO ATOMATADO

Ingredientes: Salsa de tomate natural (oliva, 1 cebollita, 1 ajo picado muy menudo, 1 zanahoria rallada, 1kg de tomates cuanto más sabrosos mejor,  sal y azúcar -con estas proporciones da para ésto y para mucho más-), 1 calabacín, 1 huevo.

Proceder: Hacer primero la salsa si no se cuenta con alguna existencia. Yo la hago pochando en aceite muy suave una cebollita muy picada y una zanahoria rallada, a los que añado a media cocción un ajo muy picadito. Cuando esté reblandecido, añado los tomates sin pipas ni piel y bien picados, sal, azúcar y dejo hacer.    Para el resto sólo queda coger un trozo de calabacín según las personas que vayan a comer, lavarlo bien y picarlo en cuadraditos. Hacerlo rápido y leve para que quede crujiente, bien sea en una sartén, en un wok o en la plancha con una gota de oliva. Cuando esté al dente -ojo, no pasarnos!- le volcamos encima unas pocas cucharas de tomate y dejar tomar sabor.  Pocos minutos después, cascarle un huevo dentro y remover circularmente hasta que esté listo, jugoso pero hecho el huevo.

Sin más secretos, no necesita más para resultar delicioso. Con pan, con arroz, soloS … siempre está bueno!!

 

 

 

 

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Dulce, amargo, picante, ácido (Revuelto de berrros con arroz y salsa de fresas)

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 Como la vida,  los sabores unas veces nos zarandean y otras nos dejan relajados, armoniosos o incluso impasibles, en ocasiones provoca un despertar sensual y volcánico, y otros la más total indiferencia, sólo hay que estar atentos al acto, despiertos, para poder hacerlo consciente.

No sé cómo se habrán inventado las distintas combinaciones a lo largo de los tiempos. Quién decidió la primera vez que al tomate le va la albahaca, el tomillo o el orégano; quién combinó el bacalao con las espinacas o el conejo con las almendras; quién acertó al mezclar los huevos con las papas y la cebolla; o la salsa de soja con casi todo.

En mi caso, seguro llevaré en la memoria de mis genes sabores ya asumidos por generaciones y generaciones. Otros adoptados e incorporados a la memoria inmediata de una manera intelectual. Y otros tantos que vienen de la intuición o el atrevimiento de los pocos años (jejejeje). 

Podría también añadir que muchos se habrán «inventado» fortuitamente y sólo respondiendo a la necesidad. Como yo ayer tenía necesidad de dar salida a unas fresas que compré de oferta y que peligraban; unos berros que se estropean tan rápido; y un arroz que siempre tengo en la nevera. Podía consumir también uno de los huevos que no había tomado esta semana, aunque tuviera que postergar una vez más (y ya van meses) la tortilla de papas soñada.

Lo primero que decidí  fue el revuelto de berros que me encanta. Ese amargor picantito y el crujiente de los tallos  me seduce pero más aún, pensé, si podía suavizarlo con un toque de dulzor. Entonces entraron en juego las fresas y me acordé de una salsa que hice alguna vez para acompañar: entre dulce y ácido, podía ser un atrevimiento pero podía quedar muy bien. En mi mente no se daban de patadas. El blanco del arroz, pensaba a la vez que lavaba y cortaba las fresas, ofrece el marco donde bien pueden lucir y además ofrece un campo neutral donde tanto sabor se mezcle y abrace. Y dicho y hecho.

El resultado es atrevido, muuuuuy sensual, atractivo a las vistas infantiloides como la mía, de sabores y productos muy cotidianos… ¿qué más?

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Ah, sí, la forma de hacerlo.

Un arroz blanco sin más. Yo sigo practicando la fórmula de Guru Masala, aunque a veces se me olvida lo de los 7 minutos, o le pongo las dos medidas de agua que ya sé que para este arroz que uso y con esa técnica, es demasiado.

El revuelto de berros, pues sin más secretos que ponerle también los tallos aunque amargan un poquitín, pero es el punto que me gusta: oliva, 1 ajito muy picado, buen manojo de berros, salpimienta y huevo.

Para la salsa de fresas parto cada una en cuatro,  y  las hago a fuego bajito con aceite de oliva y azúcar morena, cuando se deshace  el azúcar y empiece a tomar cuerpo ese caramelito, añado el jugo de una mandarina, sal, pimienta blanca y un chorrito de vinagre de modena. La salsa va a espesar y se evaporará el alcohol. Sin dejar que se deshagan las fresas, aparto y guardo para cuando necesite. En la nevera se aguanta unos días, no podría decir cuantos exactamente, porque en esta casa no ha pasado de tres. Luego ya queda la opción de apartar los trozos de fruta o cogerlos también con el jugo, dependiendo para qué.

Y el montaje ya según se prefiera. Este pequeñito me lo comí yo, el arroz es el que cabe en una pozuelo de café. Otros los serví con el arroz y las fresas encima , aparte de una buena cantidad de revuelto, que hay gente que trabaja para merecérselo.

Y para tí, que eres a veces esa mezcla dulce, amarga, picante y ácida…    como la alpispa.

http://www.youtube.com/watch?v=S7FxAQvTi_o

Despertar Japo (Tortilla de verduras)

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Escribí y borré cuentos ajenos, leídos, recordados, escuchados. Escribí y borré sobre las no verdades con que intento plasmar mis sensaciones. Escribí, borré, escuché y volví a leer. Al final decido esta mañana de domingo copiar una plegaria atribuida a Buda 

Mejor que, en lugar de mil palabras, hubiera sólo una, pero que trajera paz.
Mejor que , en lugar de mil versos, hubiese sólo uno, pero que mostrara la belleza.
Mejor que, en lugar de mil canciones, hubiera sólo una, pero que derramara alegría.

Y compartir un regalo: http://tr.youtube.com/watch?v=v1Nab3T_Cr4

Tortilla de inspiración japonesa

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Amaneció un día soleado entre las nubes panzonas típicas de este horizonte Atlántico que mira al Teide, escuchando la música que me regalaron ayer. Con la mente en blanco pero con ganas de tocar, sólo podía compartir parte de lo que leo, de lo que escucho… y como se supone que ésto iba de cocina, también algo de lo que como. ¿Huevos otra vez? Pues una o dos veces a la semana caen, sí. Pero esta semana no ha tocado dos veces, ni ha sido esta ni la anterior  (https://adormidera.wordpress.com/2009/04/05/tortilla-albahaca/) la que he catado. Aquí todo va a destiempo. Y ésta surgió de la lectura de un post en el blog de Noema, «Intercultura y cocina» , sobre okonomiyaki. Es muy fácil encontrar información en la red y a mí me va lentísimo lo de enlazar páginas. Pero resumidamente y así como para entendernos, son una especie de tortas hechas a la plancha, cuya base es huevo con harina, ñame, agua y repollo, a la que se le añaden al gusto del comensal otros vegetales, camarones o carne, y se sirve cubierto de: mayonesa, aonori y katsuobushi. Vamos, que por lo que entiendo está entre tortilla y pizza.

Sigo buscando en la red, y encuentro las llamadas tamagoyaki que son como tortillas francesas, pero que ellos hacen en forma enrollada perfecta, en una sartén de forma cuadrada o rectangular. Productos marinos desecados y hechos polvo varios, tamari, azúcar, arroz… los añadidos son varios y distintas las variedades y nombres que encuentro en distintos sitios.

Sin embargo yo recuerdo una demostración que nos había hecho una chica japonesa hace muchos años en la casa donde vivía entonces, y en agradecimiento a haberla acogido una semana para conocer la isla. Y lo que más me había llamado la atención era su forma de irla doblando, una y otra vez sobre sí misma. La había hecho de puerro y con salsa de soja, y aunque tiempo después  y con paciencia, conseguí ese doblado que le daba una textura particular, el sabor sólo me había resultado vagamente parecido. Yo entonces rehogaba el puerro y luego lo añadía al huevo. Pero al verle a Noema usar la verdura en crudo y probar el resultado de mi apaño, creo que definitivamente ahí podía estar la diferencia.

Total que al final, poco que ver con las tortillas japonesas de verdad, ni con las okonomiyaki, pero el sabor sí me despertó recuerdos del comedor del piso con vistas a los laureles de la Placita Militar de S/C,  y del botiquín con que viajaba la chica morena de voz apagada, repleto de polvos, pomitos, ciruelas y tesoros con un olor muy peculiar.

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Las verduras que le he puesto son las que se ven en la primera foto. Después de esa picada, sin medidas, como todo en esta casa, sólo teniendo en cuenta hacer coincidir la cantidad de puerro y repollo, porque la primera vez me salió con demasiado dulzor de repollo, se mezcla todo con el huevo batido y se forma a fuego bajito. En esta ocasión usé una sartén pequeñita y dos huevos, no dio para estar haciendo primorosos dobleces que, por otro lado, hubieran sido complejos con tanta verdura tiesorra. A fuego bajo y despacio, se hizo perfectamente. Para mojar: una mezcla de vinagre de arroz con azúcar morena o blanca y soja clara.

¡Delicioso! pero sólo apto para los que les gusta el crunch de las verduras.

He pensado que para que nadie se lleve a error por mi entrada, que no piensen que ésto puede llamarse okonomiyaki (me aterra desvirtuar recetas ajenas), subir este enlace. En la red hay muchísimos videos donde se puede observar coo se hacen, pero por si les da pereza, aquí un ejemplo. Ya verán que nada tiene que ver esta tortilla de verduras con la receta nipona 😉
http://www.youtube.com/watch?v=PeUHy0A1GF0

Tu nombre me sabe a yerba (Tortilla de Albahaca)

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“¿Quién eres tú, lector, que dentro de cien años leerás mis versos?
No puedo enviarte ni una flor de esta guirnalda de primavera, ni un solo rayo de oro de esa nube remota.
Abre tus puertas y mira a lo lejos.
En tu florido jardín recoge los perfumados recuerdos de las flores, hoy marchitas, de hace cien años.
Y te deseo que sientas, en la alegría de tu corazón, la viva alegría que floreció una mañana de primavera, cuya voz feliz canta a través de cien años.”
Dijo una vez R. Tagore

Es hoy, al releerlo, cuando pienso que siento la alegría en el corazón que él deseó a sus lectores en esa dedicatoria. Anoche me adormecí entre los vahos de una varita de incienso. Y esta mañana nada más abrir los ojos, me invadió la nariz un fuerte olor a malvarrosa. No rocé ayer ninguna hoja pelosa de esos geranios malvas que tanto me gustan, con sus tallos retorcidos que brotan una y otra vez , casi eternos si los dejas.

No sé qué debía estar soñando para que ese fantasma tuviera uno de los aromas que más quiero, como alimonado, definitivamente olor a planta vieja de patio de infancia.

No sé cuál es el nombre que me sabe a hierba, aunque lo tengo en la punta de la lengua no consigo recordarlo. Pero sé que me lleva atada de una manera sutil, alegre, saltarina, despreocupada, feliz. Le debo haberme levantado así, con gusto a yerba en la boca, con mirada de primavera, bañada en agua de colonia de malvarrosa y siguiendo el ritmo de los acordes de una guitarra.

http://www.youtube.com/watch?v=KVQNn-3RW10

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Y con ese sabor a yerba no puedo sino relacionar esta suavísima y delicada tortilla que probé hace ya un tiempo (cuando el manojito de albahaca regalada en el mercado).  Y que no tiene truco alguno salvo confitar unos trozos de tomate de pera, sin semillas, salpimentados, rehogados en unas gotitas de aceite que, al estar calentitos pero sin llegar a hacerse líquido, completaremos con un espolvoreo de azúcar negra. Añadir un buen puñito de hojas de albahaca bien lavada y calentar. Luego el huevo batido y unos taquitos de queso blanco si se quiere. Formar la tortilla normalmente y disfrutar.

En este momento que intento reencauzar un camino en esta nueva estación, agradezco que sea una senda plantada de hierbas olorosas…

Abrazos.